Geografía Física, Humana y Económica.
Carreño, concejo de 66,7 km2 de superficie, se halla en el centro de la parte septentrional del Principado. El mar Cantábrico baña su costa, de unos siete kilómetros de longitud, entre la desembocadura de los ríos Pielgo y Aboño, que señalan la divisoria, respectivamente, con Gozón y Gijón. Limita con el concejo de Corvera al oeste; con el de Gozón y el mar Cantábrico, al norte; el mar y Gijón, al este, y al sur de nuevo Gijón, del que le separan las mareas vivas que invadían la antigua ría de Aboño, cuyo cauce fue desviado, hace algunas décadas, unos metros hacia el interior de Carreño por conveniencias de la industria allí instalada.
El terreno es devoniano y triásico, con antiguas minas de azabache y otras de hierro, explotadas ya en el pasado siglo, con más de 2.500 hectáreas registradas. A ellas se debe el origen del ferrocarril de Carreño, que inauguró su línea en 1909 para el transporte de mineral de hierro entre Candás y Aboño, y desde 1974 se integró en Feve, línea Ferrol-Gijón.
Este concejo no es montañoso ni tiene grandes alturas, mas sí lomas o colinas que lo atraviesan de este a oeste. La sierra o monte Areo al sur, que da la altitud máxima del concejo, con 264 m, discurre desde Poago (Gijón) a Ambás (Carreño); otras son las que se disponen entre Pervera y Tamón; del río Aboño a los confines de Logrezana; la Sabina, desde San Roque (San Sebastián) en Candas hasta la Granda de los Oves; la de Piedeloro, desde el norte de Candás a Romadonga (Gozón) y otra, por último, que divide Gozón de Carreño. Entre estas lomas se disponen cinco hermosos valles, en la misma dirección de este a oeste, por los que discurren algunos riachuelos de escaso caudal que alimentaron hasta hace poco tiempo muchísimos molinos harineros, la mayoría hoy en desuso.
En la estación del ferrocarril, en Candás, hay 31,4 m de altura sobre el nivel medio del Mediterráneo; situándose la altura media del concejo entre los 70 a 130 m.
Partiendo de Aboño, son puntos notables de la costa, en Perlora: el pequeño promontorio de Viado (Viao o Aviao), con un morro en el cual hubo un castillo o torre, ya para la defensa, ya para faro o guía de los mareantes, desde el cual se descubre la belleza de todo el litoral desde el cabo de Torres (Gijón), hasta el de la Vaca (Luanco). Al lado de poniente protege Viao a Entrellusa, antiguo puerto ballenero que constata una escritura fechada en 1232 y confirma su importancia en remotos tiempos. No sería descabellado sospechar que la que hoy conocemos como isla de Entrellusa pudiera en el pasado estar unida a tierra por la parte de poniente. También merecen mención la punta de Socampos y la ensenada de Perán. Y ya en Candás, la conocida atalaya de San Antonio con la punta del Cuerno o Cuirno—, donde se halla un faro de 3ª categoría.
Durante el presente siglo la población de Carreño no ha experimentado grandes cambios. De unos 7.500 habitantes que tenía en 1900, con pequeños altibajos, llegó a aproximarse a los 12.000 en 1981, para ir decayendo a partir de entonces, situándose en 10.5 33 habitantes de derecho en 1996. Entretanto, la capital Candás, de los 2.650 habitantes que tenia en 1900, pasó a duplicar su población en la década de los años sesenta, periodo de un significativo progreso. En estos últimos años, mientras el total de las once parroquias restantes del concejo acusa una disminución en su número de habitantes, Candás va en aumento como si de un contrapeso se tratara, para contabilizar 6.370 (padrón de 1996).
La emigración con rumbo a América ha tenido gran incidencia en Carreño, entre el último tercio del siglo pasado y el primer cuarto de éste. Los carreñinos han tenido particular predilección por la isla de Cuba (el club Carreño de La Habana fue fundado en 1915) y, con menor determinación, por México, Argentina, Venezuela; Estados Unidos... Mucha menor incidencia tuvo en los años cincuenta y sesenta, entre mitad y mitad de ambas décadas, la emigración hacia países europeos como Alemania, Suiza, Bélgica y Francia.
Doce son las parroquias: que componen el concejo de Carreño, cuya existencia consta desde tiempos medievales: San Félix de Candás —capital—, San Salvador de Perlora, Santiago de Albandi, Santa María de Prendes, San Lorenzo de Carrió, San Juan de Pervera, San Esteban de Guimarán (que fue la primera capital del concejo alternando con Candás y ésta lo es definitivamente desde finales del siglo XVII), Santa Eulalia del Valle, Santiago de Ambas, San Juan de Tamón, Santa María de Logrezana y Santa María de Piedeloro. El núcleo principal de Carreño es Candás.
Aunque la minería del hierro tuvo rica manifestación en Perlora y Piedeloro, además de la del Regueral en Candás, la principal actividad era la pesquera, que alcanzó su máximo apogeo en la primera mitad de la década de los años treinta con una flota compuesta por más de 30 barcos de vapor, 20 lanchas de motor y unas 45 entre las de remo y vela, totalizando 96 embarcaciones, tripuladas por 650 pescadores. La pesca subastada en la rula de Candás se aproximaba a los cuatro millones de kilos anuales, insuficientes para la demanda de las diez importantes fábricas de conservas y salazones que tenían que adquirir un tercio mas en otros puertos para completar sus previsiones. Con la venta de la fábrica de Alfageme en Candás, en el año 1939, comenzó la decadencia industrial candasina. Era ésta un complejo industrial, con dependencias para la producción de sidra champagne, y chalé, creado por Bernardo Alfageme Pérez en edificación de notoria magnificencia, caprichosamente destruida toda la obra aprovechando el Vacío del poder municipal cuando las primeras elecciones democráticas. Actualmente está destinado este solar para un parque que, si se hace bien, aliviará en parte aquel quebranto.
En aquellos tiempos del primer tercio del presente siglo daban muchos puestos de trabajo y prestigio a Candás, además de la de Alfageme, otras fábricas como la centenaria y modélica de Albo, la de Herrero y la de Mardomingo (o Pedro Campo), principalmente, así como la de Ortiz y la de Perán y, en menor medida, las salazoneras de Orejas, las de los tres italianos Pretto, Parodi y Carlo América y otras muchas, y fresqueros de poca entidad. Por entonces los armadores candasinos formaban unas 9 ó 10 parejas que se dedicaban al arrastre desde noviembre a abril, con pingües beneficios que proporcionaban las subastas, casi en su totalidad realizadas en Gijón, donde tenían su asiento. Cuántas noches de cenas llevadas al bar, taberna o chigre con el contenido del matute en cestas y tarteras, a veces compartidas con invitados atraídos por el buen olor.
El puerto ha sido siempre una auténtica pesadilla, principalmente por falta de calado a marea baja. Ello, junto con la atracción de la cercana implantación siderúrgica desde la segunda mitad de la década de los cincuenta, ha producido una importante mudanza, debida mas a los afanes de estabilidad económica que a un cambio en las costumbres, tan inmutables, por arraigagadas. Esta importante deserción de la mar no impide presagiar el retorno de alguna geneción a la que le sonriesen mejores vientos, y parece que ahora que escasean los puestos de trabajo en todas partes, un puñado de buenos pescadores candasinos claman por la consecución de un puerto con calado suficiente para que no se ciegue de arena con tanta facilidad.
Candás ha pagado caro tributo a mar. Padeció sus más graves tragedias con la pérdida de 90 hombres en 1840; antes, en 1782, se dieron por desaparecidos unos 57 marineros y 34 se ahogaron el 14 de enero de 1877, fecha, esta última, de aniversario que se recuerda todos los años con una misa-funeral.
De las fábricas de conservas de pescado siguen Albo y Remo. Albo, como en sus mejores tiempos, con una plantilla entre 80 y 100 trabajadores, recibe unos dos millones y medio de kilos, en crudo, de bonito y atún para su elaboración anual lo que significa más de un tercio de la pesca que se manufacturaba en Candás en sus tiempos de esplendor. Estas fábricas representan lo más emblemático que aún queda de aquel añorado Candás.
De entre la industria; que circunda este concejo, por su importancia, son de citar: el complejo cementero de Tudela de Veguín, la central térmica de Hidroeléctrica del Cantábrico y el parque de carbones, todo ello ubicado en Aboño; la Du Pont Ibérica, multinacional química norteamericana, en el valle de Tamón; Aceralia, con alguna penetración en Carreño tan notoria como la acería LD III en Tabaza; así como la ubicación de otras empresas, talleres auxiliares y plantas dedicadas a otras actividades de apreciable significación que absorben una buena parte de la mano de obra carreñina.
Pero con la contaminación de algunas de esas instalaciones, la agricultura de Carreño se resiente, así como las praderías que fueron reconocidas como excelentes por la fertilidad de sus pastos. A estos, ricos y finos pastos, a su calidad y delicadeza, atribuían la hermosura y buena casta de caballos que en el siglo XVIII eran los mejores de Asturias. Con el tiempo fue decayendo esta afición de los de Carreño al caballar, a medida que crecía su aplicación al vacuno de la raza de los valles.
Durante los últimos años se multiplican por todo el concejo las instalaciones dedicadas al cultivo de hortalizas bajo techo, que a través de una comercializadora municipal, Procasa, gozan de gran prestigio, por su calidad, en los mercados regionales. En cuanto a la ganadería, hay una especialización en el vacuno, del que en la actualidad hay unas 5.000 cabezas. Todavía hoy unas 700 pertenecen a la raza asturiana de los valles, esbelta y vigorosa, que en nuestro concejo alcanzó su máxima preponderancia, de ahí que también se la conozca como carreñana.
No hemos de citar al detalle otros rasgos económicos, actividades, equipamientos de servicios, etc., similares a las de tantas comarcas del Principado. En Candás hay 6 oficinas bancarias, dos colegios de Enseñanza Primaria y un Instituto de Secundaria desde el año 1964. Hay, además, una excelente oferta hotelera en Candás, y Perlora, con su Ciudad Residencial, que cuenta con más de doscientos cincuenta chalés.
Desde hace tres años el municipio está mancomunado con el vecino concejo de Gozón formando la llamada Mancomunidad Cabo Peñas con el objetivo prioritario de mejorar servicios y proyectos comunes de desarrollo económico y turístico.
En cuanto a la red de comunicaciones Carreño se encuentra muy bien comunicado con las ciudades más importantes de la provincia, ya que además del anteriormente citado Feve (que ofrece constantes trenes de cercanías a Gijón y a Avilés), cuenta con un acceso directo a la autopista, a la altura de Tabaza, y por su territorio cruza la carretera nacional N-632 de Ribadesella a Canero, así como otras vías provinciales y airosos y abundantes caminos vecinales asfaltados, que facilitan el tránsito por todo el concejo.
Historia.
Confirmando cuanto había adelantado hace dos siglos González de Posada, se conocen vestigios de actividad humana en Carreño desde los tiempos del Paleolítico Superior, documentada en los restos hallados en cueva Oscura de Perán (culturas solutrense, magdaleniense y aziliense, al menos). Asimismo es notable la necrópolis tumular localizada en el monte Areo por el número de dólmenes, túmulos funerarios y cámaras sepulcrales. Se encuentra en proceso de declaración como Bien de interés cultural, y aunque prosigue su excavación y estudio, ya se han catalogado hasta treinta túmulos que corresponden a un megalitismo pleno. De época romana es un tesorillo de monedas (siete aureos acuñados entre los años 54 y 138 de nuestra era) hallado en Coyanca, caserío de la parroquia de Perlora, y que se guardan en el Museo Arqueológico de Asturias, en Oviedo.
En la Alta Edad Media el concejo de Carreño perteneció a la tierra o partido de Gauzón, y después quedó integrado en el alfoz de Avilés y sometido a su carta puebla, para pasar a constituirse como concejo autónomo a finales del siglo XVI.
En cuanto al escudo municipal, en el primer tercio del siglo XIII le dio Fernando III a Álvaro de Carreño, para el de sus armas, las 8 aspas de oro que le orlan. A mediados del siglo XIV, Carreño asiste bajo la bandera de Gijón a la célebre batalla del Salado (Cádiz) por lo que recibió dictado de “lealtad”, firmado por Alfonso XI, y en 1717 Felipe V le otorga el título de “fiel”. Destaca en el escudo de Carreño un águila real de oro.
El concejo de Carreño fue siempre de realengo, sin dependencia de señorío alguno, y estuvo permanentemente representado en las juntas generales del Principado, ya desde las primeras de los siglos XIV y XV. Estaba integrado en el partido llamado de Avilés y ocupaba el noveno puesto por la izquierda, antes que Gozón. En tiempos del alzamiento de Asturias contra Francia (1808-1814), el Ayuntamiento se sumó a la declaración de guerra a los franceses, y se constituyó un cuerpo de Cazadores de Montaña denominado de Candás y Luanco. En 1811, fue depositada su bandera, honrosamente destrozada, en el santuario del Cristo de Candás, de cuya primitiva imagen (destruida en 1936) dice la leyenda que fue encontrada en la mar por pescadores candasinos durante una cacería de ballenas en el siglo XVI.
Fueron algunos de sus hijos ilustres Antón de Marirreguera, “Príncipe de los poetas bables” (¿1605-1666?); el pintor Juan Carreño Miranda, de la casa de los Carreño (1614-1685); los arquitectos candasinos del siglo XVIII, Pedro Antonio Menéndez y Manuel Reguera González; el ínclito, infatigable y primer historiador del concejo de Carreño (obra suya en la que se apoya este trabajo), Carlos González de Posada (1745-1831); Benito Pérez Valdés, el Botánico (1761-1842); el cantante y profesor Jesús Corvino (1854-1913); el doctor, político y escritor Carlos Martínez (1899-1995 ); el maestro y compositor Braña ( 1902-1995 ); el tenor M. Barrosa (1904-1996) y el malogrado escultor candasín Antón Rodríguez García, Antón (1911-1937), con museo en Candás muy visitado.
Además de los ya citados, aunque no nacidos en Carreño, dan prestigio al concejo personas como Leopoldo Alas Clarín. En Guimarán, alternando con Candás, tuvo su casa y finca veraniega; aquí tenía sus raíces, su rincón verde, su retiro campestre y estival, su Arcadia feliz de “provinciano universal”. Numerosos cuentos y obras están ambientadas en los paisajes de Carreño. Al mismo tiempo que Clarín ultimaba La Regenta, enamorándose en Candás, su amigo Armando Palacio Valdés daba a conocer José, la novela en la que la capital de Carreño se siente indiscutiblemente representada de forma magistral. José está presente en muchos hogares candasinos como si fuera su Biblia de identificación.
Arte y Cultura.
Como corresponde a su antigüedad histórica, Carreño atesora numerosos y destacados elementos de patrimonio artístico y monumental. El mejor ejemplo de la arquitectura románica se encuentra en la iglesia de Santa María de Piedeloro, declarada Bien de interés cultural en 1995. Es obra del siglo XII, de una sola nave y cabecera cuadrada, algo posterior al resto de la iglesia; destacan en ella las portadas sur y la del oeste, con capiteles decorados con diversos motivos simbólicos, y el arco de triunfo que separa la nave de la capilla mayor. La iglesia de Logrezana mantiene de su primitiva fábrica románica, también del siglo XII, la portada occidental y una ventana orientada al sur, en la que destacan sobre todo sus capiteles. La iglesia de San Juan de Pervera conserva del románico la portada occidental y en la de Candás aún queda de la primitiva fábrica medieval una ventana y una capilla con bóveda de cañón apuntado. Esta iglesia fue destruida en la Guerra Civil y reconstruida en un estilo historicista, neobarroco. Se salvó de la quema el brillante retablo barroco en el camarín del Cristo, realizado por el tallista local Esteban Fernández Perdones en la primera mitad del siglo XVIII, desapareciendo en cambio la imagen del Cristo.
Están a punto de venirse abajo los restos del castillo de Yabio en Perlora, que se mantenía íntegro en el siglo XVIII, y aún se sostiene en pie el tormxón de Prendes del siglo XIII. Amenazando ruina inminente se encuentra la casa-palacio de los Carreño de Logrezana y en buen estado la de los González Villar en Guimarán.
En el casco urbano de Candás apenas quedan edificios que podamos considerar de interés artístico, aunque todavía se conservan algunos escudos heráldicos pertenecientes a antiguos edificios que sufrieron notables alteraciones durante este siglo. Diseminadas por las parroquias del concejo se localizan algunas ermitas, capillas y antiguas casonas solariegas de los siglos XVII y XVIII entre las que destacan la ermita de Nuestra Señora de los Remedios (patrona de Carreño) en Guimaran y la de San Antonio de Padua en Candás, ambas del siglo XVII y el palacio de la familia Díaz Caneja en la parroquia del Valle, del XVIII.
En lo que respecta a la arquitectura tradicional, se dan las mismas tipologías constructivas que en los municipios limítrofes, y así son frecuentes las casas llamadas mariñanas y otras provistas de corredor o galerias acristaladas. Mas lo que sí destaca en Carreño es la abundancia de hórreos y paneras profusamente decoradas por medio de tallas realizadas a bisel. Algunos estudiosos han denominado a este tipo decorativo como estilo Carreño, donde destaca la búsqueda de lo ornamental a través de la talla con motivos vegetales, geométricos y figurativos a lo largo de paredes y puertas de estas construcciones. Las más antiguas datan de mediados del siglo XVIII y se destacan por una clara inspiración harroquizante, propia del influjo de talleres constructores de retablos populares en iglesias y capillas de la zona; mientras que en algunas de finales del XIX y principios del XX se adoptan rasgos marcadamente modernistas. Los temas más representados hacen alusión a invocaciones religiosas, los vegetales y los motivos geométricos, aunque lo más característico es la caprichosa combinación de estos motivos que provocan una enorme variedad de diseños.
En todas las parroquias de Carreño se celebran dos o más fire-stas al año, sobre todo en Candás, con tres romerías, además de su Salve estrella de los mares y El Encuentro, ceremonia en dos tiempos (noche-sábado de Gloria, víspera y dia de Pascua de Resurrección); su patrono San Félix —Festival de la sardina—, se celebra el 1 de agosto, y en su iglesia se guarda el Cristo más milagroso que adoran los navegantes y pescadores desde hace más de tres siglos; en su honor, se celebra la fiesta mayor el 14 de septiembre.
Pese a todos los reveses, Candás conjuga su espíritu piadoso con el profano y bullicioso torrente de sus fiestas, que invaden establecimientos y lugares típicos con cánticos convertidos en pregón y calles cuajadas de signos marinos, hervorosos de humanidad acogedora, sana, alegre y cordial, transitadas hasta la amanecida por el jolgorio y el optimismo. Y en ese trato sencillo y acogedor de sus gentes encuentran cuantos le visitan una generosa hospitalidad, un sabor marinero personalista, que tiene auténtica sugestión. Celosos guardianes de sus tradiciones, los carreñinos, el domingo siguiente a ésta, celebran en Guimarán la de su santa patrona del concejo.
Fue famoso el pleito de los delfines y calderones que, como consecuencia de que estos cetáceos ahundaban en la costa de Carreño y dificultaban la pesca, les pusieron censuras en alta mar, ante notario, en el primer cuarto XVII para que se apartaran de nuestros mares.
En Candás hay Banda de música y Casino desde el siglo pasado, con cortas interrupciones, así como viene de siglos atrás las representaciones tetrales, en improvisados locales, y públicas en danzas; autos sacramentales y de la pasión en iglesias, plazas y campos. En 1903, con la inauguración del Teatro Santarúa, Candás veía cumplida una vieja aspiración. La fuente de Santarúa, cercana, dicen que Fay a la xente aguda.
Mucho podría decirse de las individualidades en las artes pictóricas; escultura; maquetistas destacados y aficionados que de forma rudimentaria inundan los hogares con réplicas de embarcaciones de todo tipo; rica bibliografía, con publicaciones tanto por instituciones como individuales; y un vocabulario bable que presenta algunas voces de uso local, así como diversas expresiones y metáforas. Pocas actividades le son ajenas a la inquietud carreñina. En la indumentaria tradicional, ya en el siglo XVIII adoptaban las modas de Gijón, con la peculiaridad candasina en las mujeres de usar el pañuelo blanco y con él cubrir la frente, cruzarlo en la nuca, anudarlo en el vértice de la cabeza, mientras el extremo posterior cuelga ampliamente sobre la espalda.
Gastronomía.
Carreño es municipio con destinos de mar. Lo pregona Candás, su capitalidad y puerto, lo demuestra su actividad pesquera a lo largo de los siglos. Tierra con siglos de prehistoria y de historia, entre campesina y marinera, para dar cuerpo a un hecho culinario muy peculiar.
Carreño, al sentir de su cronista oficial, fue solar donde por primera vez se establecieron estancos y también donde por primera vez la patata tuvo destinos de alimentación humana, allá en los finales del siglo XVIII. Y también, según el mismo informante, ya se cultivaban alubias y maíz hacia 1599. Quizá por eso tengan tanta fama las alubias de la zona:
Bones fabes de la granja
y en Asturias cultivaes;
si pueden ser, de Carreño,
que son lo mesmu que almuhaes.
La culinaria de Carreño se mueve entre estas dos coordenadas: huerta y mar. En Prendes se pregona la mejor fabada de Asturias; en Candás, las mejores calderetas y las más exquisitas preparaciones de bonito (a la plancha, en rollo, al horno); Candás, asimismo, exalta a las sardinas (fritas o a la plancha) con un Festival. Las carnes tienen en la raza roxa de Carreño, también llamada asturiana de los valles, una exquisita despensa nutricia.
En Candas se ofrecen parrilladas de mariscos y de pescados, paellas de todo tipo, arroz con leche (mejor, crema de arroz con leche), frisuelos, natillas, tartas de almendra y de manzana. Y marañuelas, cuya paternidad creativa discuten con las gentes de Luanco. Y faríñones, a modo de pantrucos o de probes, embutidos en tripa.
En plan más de actualidad, que de todo hay en Carreño, la lubina en salsa de oricios, el solomillo al cabrales, los pimientos del piquillo rellenos de merluza en salsa de calamar, el píxín (rape) a la manzana, la lubina al cava, los lomos de merluza con angulas en salsa marinera...
Carreño y su capital hablan muy bien del buen comer asturiano.
Rutas.
El concejo de Carreño tiene un jardín para disfrutrar por caminos arriba y abajo, parajes, arroyos, praderías, caserías, arboledas... Playas tan significativas como la extraordinaria cala oculta de Taluxa, en linderos de la parroquia de Antromero (en el limítrofe concejo de Gozón); la algún día recuperable, y discreta, de Rebolleres; la de Palmera, principal, todas en Candás; el Conexal (proyecto), la ensenada de Perán y Huelgues (descuidadas), la cala en la isla de Entrellusa y la de Carranques en Perlora; el Tranquero en Albandi y la de Xivares-Peña María en, Carrió.
Además del interés que pueda suscitar cuanto se viene refiriendo, para mayor ventura, placentera y reconfortadora complacencia, se aconseja recorrer este concejo a pie, a través de sus cinco suaves colinas ya descritas que, en contraposición al abigarrado Candás, edificado como anfiteatro alrededor de una quebrada entre dos promontorios, ofrecen desde lo alto la maravilla de sus valles, a derecha e izquierda del trayecto, alternando desde Candás una excursión por el litoral reseñado y otra paralelamente irregular, de regreso, que discurra por el interior desde el espaldón del Monte Areo, siguiendo el conocido por antonomasia valle de Carreño que presenta la naturaleza con una arrogancia y majestad sublimes hasta el arrabal de Candás. Dispersas y pulcras caserias y excelentes chalés; ostentosas paneras y hórreos presuntuosos alternando con algunos edificios blasonados, casas solariegas y construcciones de estilo colonial que conviven en armonía con las cabezas de ganado y la diversidad de sus frutos.
Esplendorosamente prolongados de encantos estos soberbios valles, en los que el viajero se puede adentrar a través de trochas, senderos, caminos y carreteras que se alternan en zigzag, la campiña de Carreño, subdividida por el minifundio, se anda sin dificultad para visitar sus principales presencias. Entre los accidentes de este trozo de la costa cantábrica, brava y borrascosa —combatida por los vientos del Norte—, hay que tener en cuenta algunos acantilados, en pocas partes accesibles a las embarcaciones, que no le restan perspectivas de gran belleza.
AUTOR: Manuel Ramón Rodríguez Rodríguez y David Pérez-Sierra González